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Figurémonos por un segundo que los malos son los buenos.

Partamos de este punto para todo lo demás y exploremos, entonces, las infinitas posibilidades que aparecen frente a nosotros.

¿Cuándo dejamos que Correcaminos fuese el perseguido?

¿Cuándo permitimos que la gravedad mantuviese (a todas horas) nuestros pies en la tierra?

 

Figurémonos ahora un nuevo escenario donde toda preocupación flotase suspendida sin orden alguno, donde el caos fuese el único orden concebible, donde bien y mal fueran conceptos demasiado básicos, demasiado subjetivos. Dentro de este paisaje baila el poeta doblegado ante la inmensidad de incógnitas. Su labor no consiste en responder los interrogantes universales, siquiera es capaz de concretar sus propias preguntas. Su trabajo tampoco es servir de escape para el humano de a pie, idealizar el caos y la huida, ofrecer tragos de vino y saciar el espíritu de rebeldía del lector.

 

Sus versos son otra cosa, una lucha cuerpo a cuerpo contra las leyes físicas, éticas y sociales, son sangre (la propia), son sudor (el compartido) y son sombras (las proyectadas desde dentro). Sus versos son creer que hay una forma posible de frenar el engranaje, son una carrera contra el viento que siempre terminará por perder...

 

Porque al fin y al cabo todos somos humanos, todos somos subjetivos, todos somos coyote y al final del día, preferimos entregarnos como defensa a la gravedad.

 

Pablo Urizal

Contraportada "La Gravedad del Coyote”

La gravedad del coyote

6,00 €Precio
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