A veces, sueño
que tengo una máquina del tiempo
y retrocedo, a cuando mi vientre
aún no dolía.
A la inocencia perdida de la especie
en busca del último reflejo,
o al calor de mi fuego en tu pecho
cuando la lluvia, calmaba mis males.
A veces, sueño,
con ese amor ahora perdido,
con el sentimiento estable del ser,
con la serenidad, del estado de pertenencia,
la seguridad que aporta el refugio
y la inquietud, de unos hijos,
que nunca soltaron la mano de su madre,
a sabiendas de que lejos de ella
sólo se hallaba el exterminio.
A veces, sueño,
con que mi amor por vosotros no dolía,
con que vuestro rechazo
no me hacía daño,
y con que esta máquina del tiempo
no era necesaria
para sanar, estas heridas,
que yo ya no regenero.
A veces, sueño
que vuelvo al pasado
cuando todo era más sencillo,
tenía menos cardenales,
y no había listado oficial de caídos,
pues vivíamos con la simbiosis necesaria
como para que no actuarais como humanos,
sino como lo que sois,
animales.
Pero yo os perdono.
Yo os perdono porque creo
en la ignorancia de la especie,
en las infinitas y enésimas
oportunidades,
en la voluntad del cambio
y las buenas intenciones,
aunque la escasez sea el maestro,
y una pandemia el aprendizaje.
Os perdono porque creo que el egoísmo de muchos
es la virtud de unos pocos,
conscientes de que no hay antibiótico prescrito
para el dolor de mi alma.
Por la voluntad de aquellos
que me nombran en sueños,
la esperanza de un mundo
en vías de convertirse en infierno,
y por la certeza de que yo aguardaré,
estoica,
segura
y paciente,
a que el último hombre en la Tierra renazca
engendrado de nuevo por mi vientre,
abra los ojos a la belleza que le rodea
y no pueda hacer, otra cosa,
sino amarme.
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